jueves, 26 de septiembre de 2013

Crítica de Réquiem por un Sueño


El tema de las sustancias psicotrópicas ha sido tratado en muchas ocasiones en el mundo del séptimo arte, con algunas obras de elevada calidad como Transpotting . Es quizás Réquiem por un sueño la obra mas dura e impactante de todas las que tocan esta temática.

Basada en el libro del mismo nombre de Huber Selby Jr. la historia se centra en la vida de una solitaria madre y su conflictivo hijo. Harry Goldfarb, que así se llama el joven, dedica su vida única y exclusivamente a vender todo lo que encuentra en casa para poder pagarse las drogas a las que es altamente adicto. Su única aspiración en la vida es, junto con su amigo afroamericano Marlon, hacerse de oro traficando con estas sustancias estupefacientes. Esto provocará que se ausente largos periodos de tiempo de su hogar materno, ausencia que su progenitora suple viendo ininteligibles programas televisivos. Uno de estos espacios de entretenimiento selecciona a Sara Goldfarb como concursante, lo que provocará que esta depresiva mujer comience a ilusionarse y a querer bajar de peso a base de tomar pastillas de dudosa composición.

Darren Aronofsky, el director de la película, se suele caracterizar por llevar a la gran pantallas obras de extrema dureza. En todas ellas juega con la sensibilidad del espectador, poniéndola a prueba y llevándola a límites extremos. El Cisne Negro o el Luchador son producciones que, siendo posteriores, llevan esa impacto emocional que caracteriza al cineasta neoyorkino.

Este film de principios de siglo, nos relata de una forma muy impactante y visual, las extremas situaciones que puede llevar las adicciones a distintas sustancias estupefacientes. Actualmente estamos muy acostumbrados a ver en muchos programas televisivos este tipo de situaciones, pero allá por el 2000 cuando se estrenó la cinta, sorprendía enormemente por su gran crudeza. Únicamente hay que ver la primera secuencia del film para darte cuenta de la hora y media que te espera. Resulta bastante impactante ver como la madre de Harry tiene que esconderse para evitar que su hijo le agreda en uno de sus ataques, frutos del síndrome de abstinencia y de las medidas tomadas por la mujer para evitar que su hijo revenda su viejo televisor, que a su vez es su única compañía.

A partir de aquí nos situamos en una montaña rusa de sensaciones fruto del magistral y arriesgado guión sobre el que se asienta el film. A cada momento de exaltación, fruto de los psicotrópicos, le sucede un bajón mas grande que el anterior, hasta llegar a un desenlace final altamente impactante. Todo ello a base de jugar con la velocidad de las cámaras y con un acertado y efectivo uso de los primeros planos de los personajes cada vez que se "colocan". Y es que no solo sabe jugar con las predecibles adicciones a sustancias duras, sino que además nos muestra como un simple tratamiento par adelgazar, si cae en manos de una persona en plena depresión, puede derivar en una locura extrema y descontrolada.

Un amplio muestrario de lo que el ser humano es capaz de hacer para engañar el síndrome de abstinencia, y seguir fomentando una adicción totalmente insana y destructiva. Robos o prostitución se algunas de estas "soluciones" que quedan de manifiesto a lo largo del film y que son mostradas, sin ningún tipo de censura acompañadas de la impactante fotografía de Matthew Libatique.

El cineasta sabe sacar, a base de primeros planos, los efectos negativos de las drogas. Sustancias que poco a poco van destruyendo tanto física, como mentalmente a los personajes principales del film, para los que se realizo un más que acertado casting. Si hay un rol que nos viene a la mente cada vez que oímos hablar de esta película, es el interpretado por Ellen Burstyn. La veterana actriz consigue plasmar sobre la pantalla un personaje atrapado en su soledad y víctima del efecto mediático de los concursos televisivos. Sara Goldfarb cae bien al espectador desde el principio, y además de protagonizar algunos de los momentos menos dramáticos del film, es quizás el que mas angustias despierta a medida que se va desarrollando su adicción.

Es Jared Leto, al que ya vimos en El Club de la Lucha o más recientemente en Alejandro Magno, quien da vida al hijo de Sara. Si buscásemos un villano en este film, lo encontraríamos en el personaje al que interpreta, capaz de todo por conseguir su sueño de convertirse en un capo de la droga. Su interpretación, sin llegar al nivel de Ellen, es también muy notable con momentos cargados de tensión y angustia.

La otra cara reconocida del film es la de la oscarizada actriz Jennifer Connelly. En esta ocasión se mete en la piel de Marion Silver, una chica de familia adinerada que ha decidido cambiar todos los lujos por una vida en la que es esclava de las sustancias estupefacientes. Enamorada de Harry, no dudará en dejar de lado cualquier escrúpulo y autoestima con tal de conseguir algún tipo de sustancia que calme sus, cada vez más comunes, "ataques de mono".

Un reparto cargado de personajes con mucha fuerza que vivirán situaciones extremas, acompañados por la impresionante partitura de Clint Mansell. El compositor británico nos deleita con un tema central que forma parte de la historia del cine. Una sucesión magistral de notas musicales que completan, eficientemente, las tensas situaciones que deben soportar los protagonistas del film, a causa de sus adicciones.

Estamos ante una obra de esas que no te dejan indiferentes, muy complicada de digerir y que te deja con mal cuerpo. Un film que puede llegar a resultar traumático dependiendo de para quién, pero que sabe reflejar a la perfección las miserias de este mundo.

lunes, 23 de septiembre de 2013

Crítica de Doce Monos


Terry Gilliam es un director que levanta pasiones y críticas a partes iguales. Procedente de los famosos cómicos británicos Monty Pyton, su cine es muy característico, con unas señas de identidad bastante reconocibles y no al gusto de todos.

Sus comienzos en estos del séptimo arte fueron a base de comedias, con títulos tan reconocidos como Los Caballeros de la mesa cuadrada o El Sentido de la Vida. Poco a poco, sus producciones se fueron abriendo a un público menos minorista  hasta llegar a Doce Monos. Este es quizás su trabajo de mayor presupuesto hasta entonces, contando para este film de ciencia ficción con un reparto que aseguraría una buena taquilla.

Twelve Monkeys, que es su nombre original, nos lleva hasta un futuro, no muy lejano, donde una pandemia de origen vírico ha dado como resultado la muerte de la mayor parte de la humanidad. Este hecho provocó que la atmósfera resultase verdaderamente mortal, debiendo vivir los supervivientes a este holocausto, bajo tierra.

En un hábitat tan hostil, es necesario ir controlando los niveles de toxicidad de la superficie, por lo que se hace uso de presos para enviarlos, con una protecciones algo arcaicas, en búsqueda de posibles seres vivos que aporte algún indicio del culpable del mencionado apocalipsis. Uno de estos reos es James Cole, que tras demostrar su valía como "observador", es enviado al año 1996 en búsqueda de alguna pista que le lleve hasta el ejército de los doce monos, principales sospechosos del brutal atentado.

Es en este primer viaje temporal donde coincidirá con Jeffrey Goines, un desquiciado joven cuyo padre es dueño de una importante empresa farmacéutica. Y es que James es internado en una institución psiquiátrica, tras ser considerado como un lunático altamente agresivo en su búsqueda por el ejército de los doce monos.

Esta es la premisa de un film que juega en todo momento con la dualidad de los viajes temporales y la locura más delirante. Si en el caso del personaje de Jeffrey, sus problemas psicológicos son evidentes desde el primer momento sin dejar lugar a duda, el de Cole dependiendo del momento, puede llegar a confundir al espectador de si lo que cuenta es cierto o es producto de su mente. Además, el guion de Chris Marker sabe sacarle partido a ello, mostrando objetos y situaciones que puede dar explicación a una posible construcción mental de una realidad totalmente inventada. Un juego que se lleva a cabo a lo largo de las casi dos horas que dura la película, y que sabe mantener el interés y la duda hasta los últimos momentos.

Gilliam hace uso de un recurso muy utilizado en films de este tipo, y es comenzar el metraje mostrando escenas de la conclusión de la historia, escondiendo detalles que nos darán la clave de la historia más adelante. Todo ello acompañado por la magnífica y soberbia partitura de un poco prolífico Paul Buckmaster. Este compositor, acostumbrado a crear música para series televisivas, nos regala una banda sonora llena de ritmo, con un tema central muy reconocible y acertado.

Peo si algo destaca, además de la historia, es el de los actores elegidos para interpretar los papeles principales. Por un lado tenemos a Bruce Willis, el protagonista del film encargado de viajar en el tiempo, buscando los extraños símbolos de pintura roja y a sus creadores. El actor estadounidense se desenvuelve como pez en el agua en este tipo de roles, recordando en momentos al último Boy Scout. Un papel que le viene como anillo al dedo y que cubre de manera notable.

Pero sin duda, el que se sale en esta película es Brad Pitt, que consigue imprimir al personaje de Jeffrey ese punto de locura que lo convierte en todo un mito en este tipo de roles. Grandioso el monólogo que se marca para explicarle el funcionamiento de la institución mental donde está ingresado, con un amplio repertorio de tics y gestos exagerados. Una muestra más de que no es sólo una cara bonita, con una de esas interpretaciones que demuestra, una vez más, del amplio registro que es es capaz de cubrir el actor nacido en Oklahoma.

Completa el casting de intérpretes principales la guapa actriz Madelen Stowne. La californiana realiza un papel más que notable, consiguiendo no quedarse ensombrecida por las actuaciones de sus potentes compañeros de reparto. Algo muy complicado visto el nivel interpretativo tanto de Willis como de Pitt. Un rol que en un principio puede no tener mucha importancia, pero que termina siendo fundamental para el desenlace final de la historia.

Doce monos es el resultado de un buen guión, unas potentes interpretaciones y la creativa fotografía de Roger Pratt. El prestigioso director británico, encargado de fotografiar películas de tanto éxito como Harry Potter y la cámara secreta o Troya, nos regala un amplio espectro de tonalidades. Por un lado juega con los grises del desolado mundo exterior en el que ha quedado sumido el planeta Tierra tras el desastre, con los contrastes blancos y fríos que rodean al mundo preapocalíptico, y el cálido de las marcas del ejército de los doce monos. Un film cargado de momentos impresionantes como la estampida de las mandas de animales salvajes paseando por las calles de Filadelfia.

Podemos asegurar que esta película es de esas que necesitan más de un visionado para dejar atados todos los detalles. Cada cosa que ocurre durante sus dos horas es una pista con lo siguiente que va a ocurrir, lo que hace que consiga mantener el interés del espectador en todo momento. Una obra de ciencia ficción poco convencional, pero que te atrapa por su simple y efectista estética, y con un sorprendente final que te hace reflexionar si todo se trata de un suceso aislado o de un bucle que se va repitiendo infinitamente en el tiempo.

jueves, 19 de septiembre de 2013

Crítica de Adam


El síndrome de Asperger forma parte del espectro autista, presentando en el sujeto que lo padece una serie de problemas mentales y conductuales. A diferencia de los conocidos comúnmente como autistas severos, estos no ha perdido la capacidad del habla, no presentan una agresividad descontrolada y tienen una habilidad especial para retener grandes cantidades de datos.

Adam Raki es un joven que padece esta extraña enfermedad y que acaba de perder a su padre, con el que vivía. Combina su trabajo programando juguetes con una incontrolable pasión por la astrología, afición que absorbe totalmente sus pensamientos y su única forma de interactuar con el mundo que le rodea.

Su rutinaria vida, llena de orden y patrones de comportamiento, que se repiten una y otra vez, se verá alterada por dos sucesos. Primeramente la aparición de una nueva vecina, que se convertirá a base de extrañas situaciones en su única "amiga", y por otro lado tenemos el hecho de que el síndrome que padece, ralentiza enormemente su producción en el trabajo, por lo que deciden prescindir de sus servicios.

A partir de aquí se va desarrollando un drama, al que se le ha añadido una subtrama para poder sacarle más partido al film, y que no se haga tan pesado, ni acuse cierta falta de ritmo. Una serie de hechos que afectaran directamente a Beth Buchwald, la vecina de Adam a la que da vida la actriz Rose Byrne. Conocida por sus papeles en Señales del Futuro o X-Men First Class, la interpreta se mete en el rol de una chica que intenta emanciparse del proteccionismo parental que ofrecen ciertas familias de prestigio. Su actuación es bastante meritoria, en un papel nada sencillo de interpretar, y es que el personaje de Beth sufre una gran carga de emociones.

Pero el que destaca por encima de todos es Hugh Dacy. Acostumbrado a papeles secundarios, el actor británico nos deja una de esas actuaciones que expresan a la perfección los múltiples problemas que acarrean las personas que padecen de asperger. Cada gesto, cada mirada vacía, cada sucesión de palabras ininteligibles para aquellos no acostumbrados a la jerga de la cosmología, hacen que valoremos en mayor medida la actuación del protagonista. Hugh ha sabido dotar de carisma a un personaje carente de toda expresión emocional pero que, poco a poco, consigue ir evolucionando como veremos a medida que se desarrolla la película.

Comparten intervención actores acostumbrados a completar repartos, que cumplen a la perfección en esos papeles secundarios que suelen brillar poco. Así podemos ver a Peter Gallaher en el papel del padre de Beth, o a Frankie Faison que se mete en la piel del único amigo de Adam y, en cierta medida, su "tutor" tras la muerte de su padre.

Hacer de una temática tan compleja un entretenimiento es algo muy complicado, sobre todo si la historia tiende a hacerse monótona, aburrida y carente de toda intensidad. Max Mayer, es quién realiza aquí las funciones de director y guionista a pesar de su escasa experiencia. Hasta entonces, su trabajo se reducía a trabajar en series televisivas de éxito como El Ala Oeste de la Casa Blanca, un hecho que le ha enseñado a trabajar con guiones dramáticos y cargados de emotividad. Su labor es bastante acertada en el film, y consigue hacer totalmente creíble cada una de las situaciones por las que pasa Adam.

Todo ello acompañado por la poco adornada pero efectiva fotografía de Seamus Tierney. El cineasta hace uso de tonalidades frías, para asimilarlo a la falta de emotividad que padecen las personas con asperger. Un defecto de colorido y tonalidades cálidas que se ven acompañadas por la simple pero agradable música de Christopher Lennertz. Haciendo uso de instrumentos básicos, sin hacer excesivo alarde de las grandes orquestas sinfónicas, consigue una partitura correcta que se acompasa con las sencilla y a la vez extrañas pautas de comportamiento del protagonista del film.

Adam es un buen ejemplo de como algo que en un principio puede dar tan poco juego, como es esta enfermedad, combinándola con una serie de elementos externos, puede llegar a resultar un producto entretenido e interesante para el espectador. Además, es algo muy positivo que se den explicaciones a muchos de los comportamientos del protagonista, mediante gestos y diálogos, algo que facilita mucho al espectador que no esté muy al corriente de lo que es este síndrome de asperger. Podemos resumir que es una buena obra, de un tema poco explotado, y que consigue no aburrir y mantener el interés durante su hora y media larga de duración.

martes, 10 de septiembre de 2013

Crítica de Pacific Rim


Desde pequeños, todos aquellos que hemos crecido en las décadas de los 70 y 80, hemos soñado con pilotar el Mazinger Z de turno, y darnos de hostias con los monstruos que venían a conquistar nuestro planeta.

Alucinábamos con esos dibujos animados, de enormes androides, que nos llegaban desde el continente asiático, pero siempre nos había quedado esa tristeza de no haberlo podido disfrutar en imagen real. Es cierto que era muy complicado plasmar toda esa esencia en personajes de carne y hueso, siendo un proyecto casi imposible para la época. Su principal handicap, además de los aspectos técnicos, era la posibilidad, de sufrir críticas desde todos los frentes, en el caso de no salir un producto redondo.

De todos es conocida ya esa gran pasión que tiene Guillermo del Toro por los proyectos que suponen un reto. Llevar un personaje como Hellboy a la gran pantalla era algo poco sencillo, y solo el director mexicano se atrevió a ello. Con Pacific Rim ha ocurrido algo parecido, solo que no consistía en adaptar un personaje nacido de las viñetas, sino en crear todo un universo de enormes criaturas extraterrestres dispuestas a acabar con el planeta que conocemos hoy en día.

Y es que lejos de adentrarse en dramas personales y personajes tan profundos que soportasen amargamente sobre sus espaldas el fatal destino de la raza humana, a base de traumas familiares, el guión de Travis Beacham, al que recordaremos por el infumable remake de Furia de Titanes, y el propio director, va directamente a la acción. Filtra todo lo superfluo y se centra en mostrarnos únicamente las batallas entre los colosos mecánicos y las devastadoras criaturas.

Un enfrentamiento que visualmente es una maravilla. Los que de pequeños hemos soñado con tal espectáculo, jamás imaginaríamos que llegase a ser algo  tan increíble. Un grandioso trabajo el de Del Toro y su equipo de efectos especiales, ofreciéndonos algo realmente grande. Los primeros minutos, donde se nos va introduciendo la trama, con esa mítica pelea entre un Kaiju nivel 3 y Gipsy Danger, hacen que te sumerjas en un éxtasis visual por un período de más de dos horas. Tiempo durante el cual no dejas de alucinar, pareciéndote cada escenas más sorprendente que la anterior.

La historia es realmente sencilla, típica de un capítulo de Mazinger Z o de Astrogangar. Una raza extraterrestre, en su afán de ir conquistando mundos, hace miles de años e instaló en las profundidades de nuestro planeta. Ahora, siglos y siglos mas tarde, han decidido que es hora de acabar con toda vida inteligente y han abierto una brecha por la que, cada ciertos intervalos de tiempo, van soltando enormes y fieras criaturas que poco a poco irán eliminando todas las defensas de los humanos. Para evitar esto, todas las naciones se han unido en un proyecto cuya finalidad es la defensa del planeta mediante la creación de Jaegers. Esta terminología germana, se utiliza para denominar a unos enormes androides, construidos por distintos países y de muy variada tecnología. Todos ellos tienen en común que son controlados por dos pilotos, que se hacen cargo de cada uno de los "hemisferios" del coloso.

A groso modo, esta sería la puesta en escena de esta superproducción que va arrasando por todas las salas por las que se va estrenando. Y es que, por suerte para nosotros, además de unos magníficos y espectaculares efectos, el reparto escogido cumple perfectamente.

El papel principal lo toma un poco conocido Charlie Hunman, que adquiere el rol de héroe inactivo que debe sobreponerse a sus temores como única salvación para la humanidad. Su papel lo realiza a la perfección, lo que le ha hecho ganar muchos enteros para protagonizar el best seller internacional "50 sombras de grey".

Le acompaña una total desconocida de origen asiático llamada Rinko Kikuchi. A diferencia de otros directores, Del Toro ha decidido pasar de las típicas modelos de exuberantes curvas y darle protagonismo a una actriz menos vistosa pero con mejor espectro interpretativo. Además, de este modo consigue darle fuerza a la idea de la unión de países frente a un peligro común a todas las naciones. La actriz consigue desprender ese aura de misterio que retiene el personaje de Mako, regalándonos una buena actuación.

El tercer pilar interpretativo sobre el que se asienta la obra, es el de un actor que últimamente se ha aficionado al género de la acción sin límites. Visto en grandes producciones como Thor o Prometheus, Idris Elba se mete en la piel del "mariscal" de campo que debe coordinar todo el frente defensivo contra los kaijus. Su interpretación, de alto grado "cabroncete", es bastante acertada y llevará a cabo algunos de los momentos mas épicos del film. Además, como buen militar al mando, nos dejará el típico discurso motivador, que no puede faltar en cualquier film con aires bélicos.

Los personajes que más patinan a lo largo de la película son los de los científicos. Tanto el Dr. Newton, cuyo originalidad en el nombre se merece algún tipo de reconocimiento, como el matemático Gottlieb han sido utilizados como reductores de tensión, cosa que no ha salido demasiado redonda. Si bien sus acciones al final de la película tienen una gran relevancia, les podían haber dado un enfoque distinto y más acertado.

Los que no podían faltar a una cita con el director nacido en Jalisco, son nuestro Santiago Segura y el actor Ron Perlman. Sus soles son muy secundarios, pero siempre es agradable verlos en la gran pantalla, sobre todo en el caso de un currante como Segura.

Otro de los aspectos más destacados del film es la sobresaliente partitura de Ramin Djawadi. El compositor alemán, que triunfa en todo el mundo con la música de Juego de Tronos, se aleja de los típicos sonidos épicos tocados por una orquesta sinfónica clásica. A cambio, se vale de instrumentos más modernos para ambientar, la espectacular fotografía de Guillermo Navarro. Todo ello a base de sonidos mas actuales y llenos de fuerza, adquiriendo su cúspide en un tema central enormemente pegadizo, y que magnifica las ya de por si heroicas batallas entre los jegers y los kaijus.

Estamos ante una de las grandes triunfadoras de este 2013, no tanto en recaudación sino como en satisfacción del espectador. Una obra repleta de acción, que va directa al grano y que resulta uno de los espectáculos mas grandes vistos en una sala de cine. Todo un orgasmo de sensaciones cinéfilas que no deja de sorprenderte en cada escena, y que acierta en todo aquello que fallan obras de similar estilo, como puede ser la saga Transformers. El único pero que se está achacando, es que casi todas las batallas ocurren en escenas nocturnas pero... ¿qué le hacemos si a los kaijus les gusta salir de noche?.

Solo nos queda esperar a que salga en formato doméstico para volver a disfrutarla n veces en casa y animar a Guillermo del Toro para que nos regale una secuela.

sábado, 7 de septiembre de 2013

Crítica de Kick Ass 2


Cuando éramos pequeños y leíamos los comics de Marvel o Universo DC, soñábamos con convertirnos en un superhéroe y formar parte de los Vengadores o la Liga de la Justicia. Fue en el año 2010 cuando un desconocido director llamado Jeff Wadlow adaptaba un comic que, bajo el título de Kick-Ass, nos contaba la historia de Dave. Este chico de instituto y aficionado a las viñetas, decide convertirse en un superhéroe con la finalidad de hacer un mundo mejor.

Tres años después, nos llega la secuela de un film que sorprendió gratamente a toda la crítica. Tanto Dave como Mindy han conseguido mantener sus identidades de superhéroes en secreto, y compaginan su vida de estudiante con su particular lucha contra criminales de poca monta. Kick-Ass tiene decidido fomentar sus habilidades, por lo que se someterá al duro entrenamiento al que le somete Hit-Girl.

Pero no todos los enemigos van a ser delincuentes de tres al cuarto, apareciendo en escena el archienemigo del superhéroe más descargado de Youtube. Bruma Roja ha decidido cambiar su identidad de defensor de la justicia, y pasarse al lado opuesto. "El Hijoputa" es como se hace llamar este nuevo villano, que ha de atormentar al mundo con la única finalidad de conseguir la cabeza del "héroe" que acabó con la vida de su padre.

Este es el punto de partida que retoma la película que, a principios de esta década, nos deleitó con un festín de frikadas, acción y mucha sangre. Como ocurría en la entrega anterior, las calificaciones morales parecen no ir mucho con la saga, ofreciéndonos unas buenas dosis de violencia, amputaciones y abundante salsa de tomate.

Además, ahora no nos encontramos únicamente con un "superhombre". El efecto Kick-Ass se ha extendido por toda la ciudad y muchos son los seguidores que han decidido esconderse tras una máscara, y unirse a la causa del personaje de la malla verde. Es así como se crea una banda de defensores de la justicia, liderada por el Coronel Barra y Estrellas. Battle Guy, Zorra Nocturna o El Hombre Insecto son algunos de los superhéroes que libraran una dura batalla contra "El Hijoputa" y sus despiadados secuaces, entre los que destaca una inhumana Madre Rusia. El personaje interpretado por Olga Kurkulina es uno de los más bestias que han pasado por la saga. Acapara las acciones más violentas del film, gracias a su exagerado y grotesco físico.

Resulta curioso que sean las féminas las que menos duden a la hora de acabar con una vida, pero tanto en el caso de Madre Rusia como en el Hit-Girl, sus víctimas se cuentan por docenas. Vuelve a repetir la actriz Chloë Grace Moretz en la piel de la pequeña enmascarada de pelo morado. Más crecida que en la película primigenia, se vuelve a comer la pantalla en los momentos de mayor adrenalina. Es aparecer en escena y saber que va a hacer algo que nos va a sorprender y, a pesar de haberle querido dar un toque maduro y racional más acorde con la llegada de la pubertad, la esencia del personaje hace que termine llenándolo todo de sangre, vísceras y otros fluidos más desagradables.

Aaron Tylor-Johnson repite nuevamente como el gran precursor del superhéroe de a pie. Su participación es una continuación de la película anterior, manteniendo el nivel de frikismo del personaje al que da vida, tanto con máscara como sin ella.

Pero si hay un rol que destaca por encima del resto es el de "El Hijoputa". Christopher Mintz-Plasse vuelve a regalarnos una notable actuación, con un personaje que combina maldad y comicidad a partes iguales. En esta secuela toma un mayor protagonismo, evolucionando hasta convertirse en un capo de la mafia de lo mas absurdo. Solo viendo su disfraz de villano, mezclado con el acento que le han dado en el doblaje, te echas las primeras carcajadas. Y todo ello a pesar de presentarse como alguien sin escrúpulos, capaz de matar a su propia madre para conseguir sus propósitos.

El nombre que se decidió para darle un poco de más caché al film es el del conocido Jim Carrey. El actor vuelve al género de los comics, tras interpretar al "Enigma" en una de las adaptaciones de Batman. Su personaje, un exmiembro de la mafia, es otro de los pesos pesados en el mundo de los superhéroes. La interpretación del canadiense podemos calificarla como correcta, sobre todo porque su papel es bastante secundario y de escasa duración.

Visualmente la película es muy llamativa, jugando con ese origen de la historia en la viñetas de papel. Todo un acierto haber vuelto a incluir algunos bocadillos en las partes donde se habla en otros idiomas, como si de un comic a gran pantalla se tratase. Y es que es de alabar el meticuloso trabajo de Tim Maurice-Jones y su equipo.

La música es otro de los aspectos destacados de esta superproducción, entrelazando las partituras propias creadas por Henry Jackman y Matthew Margeson con temas musicales más actuales, de estilo dance o hip hop. No hay ni que decir que estos últimos son utilizados en las escenas de acción, fomentando las piruetas y mutilaciones imposibles de Hit-Girl, Madre Rusia y el resto de enmascarados.

Jeff Wadlow vuelve a regalarnos una hora y media de acción descomedida, mucha carcajadas y una historia repleta de grandes y épicos momentos, para disfrutar solo, con amigos o con tu mascota, acompañada de un buen bol de palomitas y alguna bebida refrescante. Y es que el guion de Mark Millar y John Romita Jr. ha sabido evolucionar con los personajes, y no caer en los típicos errores de las secuelas del género. Un nuevo soplo de aire fresco a una obra que, si te quedas a ver los créditos finales, consigue sorprenderte con algo totalmente insólito y que da una idea de por donde puede continuar la historia.

viernes, 6 de septiembre de 2013

Crítica de Una Mente Maravillosa


Si hay alguien que recuerda el año 2002 con especial cariño, ese es Ron Howrd. Y es que supuso, para este prolífico director norteamericano, el reconocimiento en forma de galardón a muchos años de dedicación al mundo del celuloide.

Cuatro fueron los premios de la Academia que recibió Una Mente Maravillosa, entre los que se encontraba el de mejor película. Director, guión adaptado y actriz de reparto completaban el gran palmares del film, que nos cuenta un período de la vida de John Nash.

Basada en hechos reales, el oscarizado guión de Akiva Goldsman adapta la novela, del mismo nombre, de la escritora Sylvia Nasar. La obra, que comienza con los años de estudios universitarios del famoso matemático, es una visión, algo inexacta, de la vida de este premio novel de economía.

Tras finalizar sus estudios de forma brillante, Nash alterna su vida como profesor en la Universidad con algunos trabajos para el gobierno traduciendo mensajes encriptados procedentes de los países comunistas. Poco a poco, el personaje interpretado por Russell Crowe se irá obsesionando con estos mensajes, intentando encontrar indicios de conspiraciones en todas las revistas, periódicos y panfletos publicitarios que pasan por sus manos.

Con estas premisas Ron Howard nos adentra en la mente de este famoso licenciado que, a medida que se va desarrollando el film, verá acrecentado los síntomas de esa enfermedad llamada esquizofrenia. El dicho de que todo genio tiene su punto de locura, aquí queda totalmente latente. La mayoría de los personajes que aparecen alrededor de John Nash, son producto de la enfermedad, llevándolo a tal punto de desconcierto que le impide distinguir con claridad entre la realidad y lo generado por su brillante cerebro.

El director nacido en Oklahoma, sabe jugar muy bien con esta dualidad, y no es hasta la mitad de la obra cuando no nos desvela el hecho de la esquizofrenia. Así, la primera parte de la película podríamos clasificarla dentro del thriller mas puro, ya que el guión nos va llevando hacia una trama de espionaje y conspiraciones que nada nos hace suponer qué es lo que ocurre realmente.

Es a partir de su boda con una alumna suya llamada Alicia cuando, poco a poco, estos episodios se vuelven más intensos, hasta devenir en una situación destructiva e insoportable para su entorno. Y es que, sin ser consciente de su enfermedad, el temor a un posible ataque comunista y a la creencia de tener la llave para evitarlo, hacen que los síntomas se agraven, llegando a perder todo aquello por lo que había trabajado durante años.

Todo esto, que parece algo complejo de plasmar en la gran pantalla, no lo es tanto si cuenta con un actor de la talla de Russell Crowe. El intérprete neozelandes realiza un trabajo soberbio para dar vida a tan extraño personaje. Su metamorfosis es total, y te crees en todo momento lo que el guión quiere contarnos, gracias a una interpretación limpia y sin caer en el error de la sobreactuación. Un rol que le valió al actor la nominación para los premios de la Academia, pero que se vio superado, en la votación final, por Denzel Washington en su papel del policía corrupto de Training Day.

La que si tuvo mas suerte en la gala de los Oscar, fue la guapa actriz Jennifer Connelly, que se sobrepuso a sus colegas en la carrera por la estatuilla. Su papel de esposa de John Nash no era nada sencillo, pero la actriz neoyorkina se sobrepone de forma espectacular a dicho reto. Su actuación es sobresaliente, desbordando dramatismo en todo momento y expresando, de una forma totalmente acertada, el calvario a base de sufrimiento que tienen que pasar los familiares de enfermos de esquizofrenia.

Otro de los reconocidos nombres con los que contó el film, es el de Ed Harris. Este interprete puede presumir de hacerlo bien cada vez que aparece en pantalla, siendo capaz de trabajar en muchos y variados registros. Aquí da vida a Parcher, un misterioso personaje que hará de enlace entre los servicios de inteligencia estadounidenses y el protagonista de la obra. El actor, nacido en New Jersey ,desprende ese halo misterioso que requiere su rol, y se convierte en uno de los "personajes" principales de la producción.

El poker de intérpretes lo completa Paul Bettany. Silas de El Código Da Vinci, cumple perfectamente con lo que el guión lo exige, en su papel de compañero de habitación de residencia donde reside Nash en sus años de estudio.Pero la relación entre ambos no terminará con la universidad, convirtiéndose en otro de los referentes que atormente al matemático durante sus crisis.

Como hemos visto, además de contar con una más que interesante historia, el director de Ángeles y Demonios consiguió reunir un elenco de actores que valen su peso en oro. El éxito con estos dos factores era más que probable, pero una producción tan ambiciosa necesitaba además de una buena fotografía.

Para ello Dreamworks dio el visto bueno a la contratación de Roger Deakins. Autor de la fotografía de reconocidas obras como Huracan Carter o Cadena Perpetua,  la labor realizada en Una Mente Maravillosa es realmente notable. Destaca de sobremanera las escenas en las que Nash comienza a visualizar las series por las que se rigen las cadenas numéricas que forman los códigos encriptados. Unas secuencias muy llamativas, visualmente hablando, y que han servido de inspiración a muchas producciones posteriores.

Ya solo faltaba dar con una partitura acorde con todo lo anterior, trabajo que fue encargado a uno de los compositores que levanta odios y pasiones por igual. James Horner vuelve a tirar de archivo y se inspira en una creación suya del año 1999. Es imposible no apreciar las similitudes entre los temas centrales de esta obra, y la que protagonizase Robin Williams como El Hombre Bicentenario. A pesar de ello, la composición resulta bastante efectiva, imprimiéndole carácter a la obra y expresando perfectamente esa mezcla de brillantez y locura del personaje protagonista.

La gran triunfadora de la 74 edición de los Premios de la Academia es una película de esas que no te dejan indiferente la primera vez que la vez. La historia, que podría haber derivado en un drama soporífero, aburrido y muy pesado, cuenta con la virtud de haber jugado con esa dualidad que pone en duda al espectador durante la primera parte de la película,.haciéndola mucho más dinámica y divertida. Une película que fue aclamada por la crítica y el público en general merecidamente, y que es un magnífico ejemplo de un trastorno tan problemático como la esquizofrenia.

Final de temporada de Hello Friki Podcast


Ya está disponible en ivoox el último programa de la tercera temporada del podcast de Hello Friki. A lo largo de dos horas haremos un repaso de la temporada, de lo que ha supuesto este verano en temas de cine y comics, además de dar algunas sugerencias.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Crítica de Alguien voló sobre el Nido del Cuco


Si hay una obra que ha servido como referencia a las numerosas producciones basadas en centros psiquiátricos, es sin duda esta que en 1975 estrenase Milos Forman. Galardonada con los cinco principales premios de la Academia, el guión de Lawrence Hauben y Bo Goldman es una adaptación de una novela, de mismo nombre, escrita por un antiguo sanitario de un hospital de veteranos de guerra, llamado Ken Kesey.

La novela y posterior adaptación cinematográfica, comienza con la entrada en un psiquiátrico de McMurphy, un violador cuyo comportamiento difiere totalmente de lo políticamente correcto. Este personaje es interpretado magistralmente por Jack Nicholson, en un rol que ha seguido desarrollando en trabajos posteriores y que parece haber sido hecho a su medida. Convierte al desorden y al caos en la tarjeta de presentación del protagonista principal del film, haciendo de cada secuencia un desafío a la lógica, culminando en las continuas provocaciones hacia la detestada enfermera Ratched.

La sanitaria, cuyo papel encumbró a la actriz Louis Fletcher, es lo mas parecido al alcaide de una prisión. Sus malas artes con los pacientes, y sus continuos desafíos con estos, hacen que poco a poco vaya cogiéndole animadversión hacia su personaje, convirtiendo a McMurphy en el "héroe" que desafiará la tiranía de la enfermera.

Y es que el personaje interpretado por Nicholson pronto se convierte en el centro de las iras del personal sanitario del centro, ya que combina una personalidad indomable y provocativa con un extraño carisma que le hace ganarse la simpatía de muchos de sus compañeros. Pacientes que son interpretado por un gran elenco de actores que consiguen mostrar, de una forma totalmente creíble, muchos de los distintos trastornos psicológicos que podemos encontrar en este tipo de psiquiátricos.

Un joven Danny De Vitto o Christopher Lloyd, al que todos reconoceran por Regreso al futuro,  son algunos de los rostros que podemos encontrar en el reparto, dejándonos grandes y desternillantes momentos. Además, para meterse más en situación, el film se rodó en un auténtico  hospital psiquiátrico de Oregón. Esta mezcla con enfermos reales le dio un plus de credibilidad a la obra y potenció el desorden de muchas de las escenas.

Jack Nitzche le pone música a esta película que se desarrolla, casi en toda su totalidad, en el interior del recinto hospitalario. Su partitura desprende ese halo de locura y caos que tienen encerrada en su cabeza los pacientes el lugar. Movimientos que alternan intervalos cómicos con otros más dramáticos y tensos  que acompañan las provocaciones de la desafiante enfermera Ratched.

Es en la última parte del film donde encontramos la mayor carga dramática de la obra, con un final totalmente inesperado y realmente duro. Un desenlace que ha sido copiado en posteriores producciones, y que suponía un grandioso remate a la segunda película de la historia en hacerse con los cinco grandes.

Y todo ello a pesar de que gran parte del tiempo de rodaje y producción, tanto Jack Nicholson como Milos Forman, el director, llegaran a tal punto de desavenencias que rompieron toda comunicación verbal, después de pararse el rodaje durante dos semanas. De ahí al estreno del film en las salas cinematográficas, la comunicación entre ambos fue nula, debiendo echar mano del resto del equipo de producción para comunicarse con el excéntrico actor neoyorkino.

Este film, que recibe su nombre de una canción que uno de los enfermeros cantaba en la novela de Kesey, se coló por méritos propios entre las más valoradas de la historia. Con un reparto excepcional, un argumento muy bien desarrollado y unas interpretaciones sobresalientes, es todo un referente del género y una obra que debe ser vista por cualquier aficionado al buen cine.

Crítica de Cashback


Muy de vez en cuando nos encontramos con algunas producciones, de no muy elevado presupuesto, que se convierten en gratas sorpresas para los aficionados a esto del séptimo arte. Uno de estos casos, cada vez menos usuales, es el de Cashback,  un film escrito y dirigido por un casi desconocido Sean Ellis.

Esta película nació a raíz de un corto que, en el año 2004, fue nominado a los Oscars en su categoría. Aprovechando que había tenido un éxito moderado, el director británico optó por aumentar su duración y convertirlo en un largometraje de hora y media, haciendo uso del mismo equipo de actores.

La historia nos narra el sentido que toma la vida de Ben Willis tras romper con su novia. A partir de aquí, este joven estudiante de bellas artes, comenzara a padecer un insomnio crónico que le llevará combinar sus estudios durante el día con un trabajo como limpiador de un supermercado de horario nocturno. De esta forma, logrará mantener ocupadas sus, hasta ahora, desaprovechadas horas de sueño, en un intento por olvidar su ruptura amorosa.

Podemos considerar este el punto de partida a partir del cual, el film nos muestra una comedia que se separa bastante de los patrones de la clásica comedia inglesa. Pero, lejos de lo que cabría esperar, sorprende por su frescura y por el estilo con el que están rodadas muchas de sus escenas. Y es que el film tiene una estética mas propia de un videoclip que de una película convencional. Sobre todo, en las escenas en las que el joven protagonista avanza a través de un mundo totalmente inmóvil. Un efecto bastante llamativo, que se repite en no pocas ocasiones, pero que en todas ellas consigue llamar la atención.

El gran trabajo del equipo de efectos visuales y del director de fotografía, Angus Hudson, sirve para, por un lado, poner en duda al espectador hasta el final de la obra y, por otro, una forma bastante curiosa e intuitiva de plasmar en la pantalla algunos de los efectos que conlleva esa alteración denominada insomnio. Todo ello combinado con muchas líneas de voz en off que expresan, en cada momento, el sentir del protagonista.

Y todo ello a base de humor y situaciones bastante absurdas, como las que llevan a cabo los compañeros del supermercado de Ben. Tanto Michael Dixon como Michael Lamborne están sobresalientes en sus roles. Ellos son los culpables de la mayoría de las escenas cómicas, gracias a su espontaneidad y gesticulaciones exageradas.

El papel principal lo interpreta Sean Biggerstaff, al que vimos como componente del equipo de quidicht en la segunda y tercera entrega de la famosa saga Harry Potter. A pesar de no hacerlo mal del todo, a su interpretación le falta un poco más de fuerza. Si bien su personaje se encuentra bajo los efectos del insomnio, no por ello debe dejar de lado toda expresividad facial y actual como si estuviese flotando sobre una nube. Este es quizás uno de los aspectos más flojos de la obra.

Junto a él encontramos a la actriz Emilia Fox, que nos sonará de algunas series televisivas. Esta londinense se convertirá en la musa del personaje de Sean, y será otro de los pilares sobre los que se asienta la película. Cumple con suficiencia su rol, pero tampoco podemos decir que haga alardes de unas excesivas condiciones interpretativas.

Otro de los puntos a destacar lo encontramos en las partituras que le dan melodía a la película. Guy Farley, que lo más destacado que tiene es la banda sonora de El Caso Wells, consigue combinar magníficamente varios estilos musicales. Temas modernos y actuales son mezclados con otros más típicos del cine épico y de aventuras, que asombrosamente se ajustan a muchos de los momentos del film. Podemos ver una clara inspiración en compositores como Hans Zimmer  o Klaus Badelt en piezas muy apabullantes, y que no te esperas en este tipo de comedias.

Como podemos comprobar, la película se sustenta sobre actores prácticamente desconocidos, lo que añade un mayor mérito al resultado obtenido. Y es que trabajar con bajos presupuestos tiene este tipo de inconvenientes, pero en esta ocasión consigue convertirlo en una virtud a base de una buena premisa, momentos hilarantes y una serie de situaciones capaces de hacer dudar al espectador de lo que está viendo.

domingo, 1 de septiembre de 2013

Crítica de El Número 23


Es cada vez más habitual ver a Jim Carrey en papeles serios, alejados de aquellos que le hicieron famoso en sus orígenes. Atrás quedaron esos años donde robaba carcajadas metidos en la piel de Ace Ventura o La Máscara.

En esta ocasión el actor canadiense se mete en la piel de Walter Sparrow, un bromista trabajador de la perrera municipal que sufrirá, el día de su cumpleaños, la mordida de un canino cuando intentaba reducirlo. Este hecho provocará que llegase tarde a recoger a su esposa que, para hacer tiempo, se mete en una librería. Allí le comprará a Walter un extraño y único ejemplar llamado: El número 23.

El manuscrito absorberá totalmente a nuestro protagonista, convirtiendo al vigesimotercero en toda una obsesión. No hay aspecto de su vida, tanto pasada como presente, que no tenga relación con estos dos dígitos, y las casualidades lo son cada vez menos para Sparrow.

Este es el punto de partida  del guión escrito por Fernley Philips, que tiene la virtud de enganchar al espectador desde los primeros momentos, culminando en un giro final, tan inesperado como sorprendente. Una historia donde se nos muestra como una persona puede llegar a obsesionarse, casi destructivamente, buscando coincidencias en todos los aspectos de su vida.

La película cuenta además, con la ayuda de ser muy visual, sobre todo en las partes donde se nos narran las líneas del libro que va leyendo el personaje interpretado por Carrey. En estos episodios comienza siendo todo muy colorido, para ir, poco a poco, tornándose en tonalidades más frías, en una proporción directa al grado de obsesión de Fingerling, el autor y protagonista del escrito.

Para plasmar todo esto en la pantalla se contó con un director especialista en el género del suspense, como es Joel Shumacher. Este neoyorkino, que cuenta en su filmografía con reconocidas obras como Un día de Furia o Última Llamada, sabe sacar la esencia fundamental del guión y mostrárnosla en la gran pantalla a base de cambios constantes de ritmos. Consigue combinar perfectamente la tensión generada por el personaje protagonista del libro, y el grado de obsesión que va adquiriendo Walter Sparrow a medida que va enlazando fechas y letras con el número que da título a la película.

Un Walter Sparrow al que da vida un notable Jim Carrey. A medida que se va desarrollando el guión, el rol que adquiere el actor se hace cada vez más creíble, mostrándonos perfectamente como va cambiando su personalidad a medida que va creciendo ese trastorno obsesivo.

Junto a él, encontramos a Virginia Madsen, que da vida a Agatha Sparrow, la esposa del personaje principal de la obra. La actriz cumple perfectamente con su cometido, representando la parte sensata del film y uno de los roles fundamentales para dar ese giro final con el que sorprende la historia.

El trío de papeles principales lo completa Danny Huston, que a pesar de tener una intervención totalmente secundaria, elabora su cometido con suficiencia. Y es que la historia prácticamente se cuenta con estos tres personajes más, las intermitentes apariciones, de Logan Lerman que interpreta al hijo de Walter y Agatha.

Un film de este tipo requiere una música acorde a la tensión que se va generando, y nadie mejor que Harry Gregson-Williams para llevarla a cabo. Sus partituras, algo alejadas del preciosismo sonoro, se ensamblan perfectamente con el comportamiento obsesivo del protagonista, convirtiéndose en otro de los puntos a destacar del film.

El número 23 es una de esas obras que consigue sorprender, agradablemente, a aquellos que se esperan poco o nada de un thriller protagonizado por Jim Carrey. Si juntamos una atractiva premisa y una resolución totalmente inesperada, nos encontramos con una película muy interesante, entretenida y que es un buen ejemplo de, como un simple número puede llegar a convertir, a una persona aparentemente normal, en un auténtico neurótico.
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