sábado, 13 de octubre de 2012

Crítica de Atrapados en Chernobyl


La desolada ciudad de Chernóbil tiene la desgracia de ser conocida por el desastre nuclear que, en 1986, se cobró la vida de 31 personas y provocó miles de casos de distintas afecciones derivadas de las radiaciones emitidas. Este suceso, el más catastrófico que ha causado una planta de fisión, provocó una gran consternación a lo largo de todo el planeta y dejó la ciudad ucraniana totalmente desierta, estado en el que se encuentra un cuarto de siglo después.

El film nos traslada hasta este inhóspito e inquietante paisaje, en lo que el encargado de una agencia de viaje denomina como "turismo extremo". Los ya desfasados paquetes multiaventuras han dejado paso a otros, en los que se busca subir un poco más los niveles de adrenalina. Y nada mejor que un paseo "turístico" por el lugar con mayor nivel de contaminación por radiación de la historia del mundo actual.

Este es lo que en un principio Oren Peli, guionista entre otras películas de la exitosa saga Paranormal Activity,  nos ofrece en este intento de aprovechar estos hechos para jugar con el mito de la ciudad fantasma. En un principio la idea, que puede parecer muy buena y original, se inicia con un planteamiento bastante atractivo y que ofrece muchísimas opciones, pero se va disolviendo a medida que transcurre el film como un azucarillo en una taza de café.

Bradley Parker, que debuta con esta obra, intenta crear un ambiente claustrofóbico y lleno de tensión, recurriendo a los cánones clásicos del género. El film tira de elementos ya vistos  en otras ocasiones y los combina sin llegar a obtener el resultado que desearíamos haber esperado. No faltan ni las escenas tomadas por un móvil, muy de moda últimamente en el género, ni la manía de los guionistas de ir eliminando uno a uno los personajes de forma inversamente proporcional al carisma que ofrecen. Muchas de las situaciones que  "sufren" los protagonistas nos suena haberlas visto en numerosas ocasiones, cambiando únicamente el paisaje donde se desarrolla. Y es que un planteamiento, que en principio era tan bueno, a medida que va pasando el metraje lleva consigo una paulatina pérdida de interés, por lo previsible de muchas de las situaciones que viven los protagonistas. 

Parte de la culpa de que la acción no enganche del todo con el espectador se debe, en gran medida, al mediocre reparto utilizado en el rodaje. Ingrid Bolso Bernal, Dimitri Diatchenko u Olivia Dudley son solo algunos de los desconocidos nombres que aparecen en los créditos y que no van a ser precisamente nominados para ningún premio. Sus roles son demasiado típicos, y sus dotes interpretativas no llegan a alcanzar el nivel mínimo exigible en este género. Es quizás Jonathan Sadowski, cuya interpretación puede destacar por encima de sus compañeros de reparto, el mas acorde con lo que la historia pedía, a pesar de sobreactuar en algunos momentos.

Otra de las tendencias, que cada vez con mayor asiduidad se aplica a este tipo de películas, es rodar como si fuese un documental, eliminando muchos de los filtros que dotan de claridad y nitidez a la imagen. Atrapados en Chernóbil no iba a ser menos, regalándonos una imagen y una fotografía bastante pobre para lo que el séptimo arte es capaz de ofrecernos. Si miramos el escaso presupuesto del film, podemos comprender muchos de estos defectos técnicos, que podrían haber sido disimulados con una historia mas convincente.

Resulta muy curioso que en los créditos aparezca el nombre de Diego Stocco como creador de las partituras del film, pero a lo largo de los 86 minutos que dura la película llamaba mucho la atención que no había ningún tipo de música de fondo. La banda sonora esta compuesta por ladridos de perros, gritos de los protagonistas y el inquietante silencio de tierras serbias y húngaras, las localizaciones elegidas para rodar el film.

Podemos resumir diciendo que un mayor presupuesto podría haber ayudado a maquillar muchos de los defectos del guión. Es una pena que una idea buena y original se haya perdido en un film que comienza bien pero que acaba de una forma totalmente absurda y surrealista, y que nos deja una gran moraleja: Cuando te pregunten si alguien sabe donde estas, contesta siempre que si.

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